Mientras que los panistas hemos elegido en una contienda democrática a nuestra candidata a la Presidencia de la República, el PRI y el PRD, cada uno con sus partidos "rémoras" se perfilan al gran inicio de las contiendas electorales. Josefina Vázquez Mota es sin duda la gran sorpresa de esta contienda, imponiéndose a sus adversarios en una política predominantemente machista, como se infiere del mismo himno del PAN al señalar que nuestra lucha es inspirada mediante "varonil resolución".
Por la parte albiazul, se ha hecho la tarea de sacar una contienda abierta a la militancia tanto activa como adherente, impulsando como nunca en la historia a que la ciudadanía manifieste sus preferencias para tal o cual candidato. Pareciera ser el primer esfuerzo por realizar una contienda abierta en su totalidad al ciudadano. En términos generales, la contienda fue de respeto, y en este caso, de gozo para la hoy virtual candidata.
Durante los últimos meses, los líderes políticos de diversas corrientes se han metido mucho al juego que más le conviene al candidato del PRI, que es el de víctima. Enrique Peña Nieto, sin ser candidato, mantuvo "enquehacerados" a muchos que le estuvieron buscando errores, traspiés, evidencias o alguna situación que revelara quién es en realidad. Y funcionó.
Poco a poco, han salido a la luz pública datos que revelan más del ser que hay debajo del gel, el maquillaje y los reflectores de El Canal de Las Estrellas. Se ha manifestado su poca cultura, su mezquindad, su falta de tacto para con las mujeres. Al final, se muestra como un candidato endeble, vencible, víctima de sus propios errores.
Sin embargo, se le dedicó tanto tiempo, que muchos casi olvidamos que la contienda en el 2006 fue contra otra corriente, otros líderes, otros partidos. Su principal protagonista: Andrés Manuel López Obrador.
Andrés Manuel, por su parte, cambió el discurso mezquino a uno de diálogo. Primero se sentó con los empresarios del país, a quienes seis años antes llamó de muchas maneras no gratas, y hoy se compromete con ellos a crear mejores condiciones para el aumento de sus ganancias, beneficiando en todo momento a los más pobres. López Obrador pasó de la izquierda radical a una izquierda más mesurada como la que se practica en algunos países de Sudamérica.
Hoy, su proyecto de "República Amorosa", que genera muchos chascarrillos en los analistas, no es otra cosa más que una reivindicación con la ciudadanía que en el 2006 "casi" lo alzan con el triunfo. Este proyecto, que toma como bandera el sentimiento más universal que existe, es un síntoma inequívoco de que, finalmente, hizo caso a sus asesores, mostrándose claro, sincero, honesto, aceptando incluso sus debilidades como el desconocimiento del idioma inglés, cosa que le da un aire de humildad.
Hace seis años, muchos sostuvieron que AMLO era un "peligro para México"; hoy por hoy, no lo sabemos. Sólo sabemos que las personas, en esencia, siempre somos iguales. Seis años no son suficientes para cambiar radicalmente de forma de pensar, a menos que se haya tenido alguna "epifanía" o acto existencialista.
Sé que se le han dedicado muchas páginas al copete de Peña y a su novia, a sus pifias culturales y a su "hija incómoda", pero mientras eso ocurría, AMLO se rearmó, cambió de estrategia, y se perfila nuevamente con dirección a Los Pinos.
La moneda está en el aire, el juego aún no comienza...