martes, 21 de julio de 2009
¿DE QUE COLOR ES SORUYO?
Así va la canción:
Había una vez en mi pueblo un matrimonio rubio como la mantequilla
yo lo vi a mi nadie me lo dijo
que lo que digo no es ninguna mentirilla
del matrimonio nacieron 9 hijos
8 salieron rubiesitos
yo lo vi mi fe y mi testimonio quel noveno resulto ser un negrito...
dudo por muchos años pero a la larga el silencio
le hizo daño y decidio comentarle a su mujer
y oigan ustedes y ahora mismo van a ver
oye capullo a todos los quiero igual
todos son angelitos y los llevo aqui en el alma
pero hablemos del negrito sin perder la calma
oye capullo es hijo mio el negrito?
y ella le contesto
oye sorullo el negrito es el unico tuyo
CONCLUSIÓN: CAPULLO Y SORUYO ERAN RUBIOS!!!
¿REALMENTE QUIERO UN MUNDO DE CARAMELO?
NO SOMOS INGENUOS!
viernes, 17 de julio de 2009
EL AMOR EN TIEMPOS DE CRISIS
Podría sonar gracioso, pero las crisis también son una dura prueba para el amor, debido a que mostrar afecto se ha convertido en hacer sentir especial a la persona amada. Se puede hacer sentir "mariposas en la panza" en ocasiones con una rosa, una carta, o una simple llamada. Pero ¿qué hacer cuando esas mariposas solo revolotean en restaurantes elegantes, en fiestas suntuosas o en elegantes coches?
Seguramente pensarán ¡qué interesad@ quien piensa de esa manera!, pero me ha sorprendido en una breve encuesta de cercanía el saber que sí influye la economía en la pareja en el éxito de la misma.
Una amiga me confesó "mira que ya si no trae ni para el cine, eso me dice que nada bueno me espera junto a él". Un amigo señaló "en ocasiones las mujeres son comprensivas, si ven que no tienes varo (sic) te echan la mano, una vez, dos veces, pero ya más no lo hacen, se dan la vuelta y continúan su búsqueda" señaló.
Yo indicaría que la solución es la sinceridad: en ocasiones, las parejas no se dicen la verdad en torno a sus respectivas economías, y se endeudan en tarjetas de crédito y compras en abonos. Si hay amor, debe haber sinceridad. Hablar directo puede atajar muchos problemas, y de paso, mostrar si la relación era tan sólida como parecía.
Dialogar, pues...
LA ESPERANZA DE UN NUEVO MEXICO
El grueso de la población estamos asqueados de esta situación, pero no podemos hacer nada...
Recién leo que los Policías Federales, en otro momento satanizados por venderse a la delincuencia organizada, no cuenta con las herramientas básicas para desempeñar su labor en la Operación Michoacán. Esa prestancia de la que tanto se alardea por parte de nuestros efectivos federales, así como de nuestro Ejército, se ve empañada por la falta de apoyo para mejores sueldos y beneficios a sus familias.
Es por ello (no le veo otra causa natural o aparente) que estos elementos, en un principio, gente destinada a servir y proteger a los mexicanos, se ven en la necesidad de vender sus servicios al mejor postor, y en este caso se trata del hampa.
¿Cómo cambiar esta situación? pues con una efectiva remuneración de acuerdo a su labor y a los riesgos que esto conlleva.
En USA, además de ser un honor ser un policía o un mando militar, su remuneración es casi la misma que la de un congresista. Tenemos sobrevaluada la política por encima de otras actividades de vital importancia, como la impartición de justicia, de seguridad, o de educación. El problema es que muchas de estas labores emanan de la misma persona, que es el ejecutivo.
Tal vez se va acercando el momento de reorganizar la división de poderes, y otorgarle la real autonomía a cada uno.
Algo debe suceder, pronto...
jueves, 16 de julio de 2009
YO, ABSTENCIONISTA
Llegó el 2 de Julio de 2000. Aquel día me levanté a las 6:00 de la mañana, algo realmente inusual para ser domingo, aunado a que la noche anterior me desvelé en una fiesta. “La ley seca invita a beber con más ganas” decía un amigo, situación que apoyé en mi recién estrenada mayoría de edad. Y no es que los jóvenes seamos juerguistas, sino que podemos desvelarnos y levantarnos temprano sin afectar en gran medida nuestro rendimiento.
Se sentía en el ambiente algo diferente, pues era el día de las elecciones federales. Todo el movimiento en el barrio comenzó antes de que saliera el sol, y a partir de las 7:30 de la mañana, ya la gente comenzaba a encaminarse a las casillas.
Ese día, el pronóstico respecto al ganador era sumamente cerrado, pero muchos nos resignábamos a que, como siempre, ganaría el “partido oficial”. A las 8:00 en punto, me dirigí con mi abuelo a la casilla electoral que se encontraba a media calle de mi casa; él, quien en sus 90 años de edad, nunca ha faltado a una cita con la urna, para mi era un claro ejemplo a seguir: el de sufragar y elegir la mejor opción, haciendo valer con ello nuestro derecho constitucional al voto.
Aquella era la primera vez que votaba, es por eso que tenía una sensación de importancia: sentía que mi voto sería el decisivo, que era partícipe de la historia, pues era lo que los medios de comunicación me habían metido en la cabeza en los meses anteriores de campaña: votar, por quien fuera, pero votar. Era la disyuntiva entre el “no se puede contra el sistema” o el esperanzador “sí se puede” y votar por otro candidato diferente al “oficial”, que hasta aquel momento se acostumbraba debido al sistema presidencialista.
Pasó la mañana de aquel día. Inmediatamente después de ir a votar me puse ropa más cómoda, muy diferente de esos jeans vaqueros que compré “especialmente” para ir a votar. Era una premonición de que durante los próximos seis años, esta prenda sería muy vista en Los Pinos.
Ese día, también se eligieron alcaldes, diputados tanto locales como federales, y senadores. Muchos de los nombres que leía en las boletas ni siquiera me sonaban, es ahí donde se crea un vacío electoral de no saber ni quienes contienden, y no por malas campañas, sino porque en los partidos políticos se entregan esos puestos en base a directrices muy poco claras. Así transcurrió la tarde entre el ir y venir de la gente, aunque lo realmente importante sucedió después de las seis de la tarde.
A esa hora, diversas casas encuestadoras empezaron a mostrar los resultados, y mis ojos no cabían de asombro: el candidato oficial había sido derrotado. Realmente me sentí en un momento histórico. El régimen del partido dominante durante los últimos 70 años había terminado. Era el fin, y yo estuve en ese momento, inmediatamente pasé de sentirme importante a inseguro, y me vi sumido en una serie de dilemas: ¿era realmente lo que necesitábamos? ¿era el principio de una nueva vida? ¿a partir de ahora, no más corrupción?. Esa y muchas preguntas sacudieron mi mente, y a todas respondía que sí, estaba seguro que un mejor país nos auguraba. Fue muy emotivo ver al nuevo presidente entonar el Himno Nacional Mexicano en su comité de campaña con la mano haciendo la señal de la victoria. Realmente cualquier cuento de los Hermanos Grimm era una parodia en relación a este nuevo cuento de “hadas”.
¿Qué sucedió? Dicen los maldosos “bienaventurados los que nada esperan, porque nunca serán decepcionados”. Efectivamente, el grueso de la población en México tenía grandes esperanzas sobre el nuevo presidente de la República, alguien que venía del campo, que trabajó con sus manos, y que en base a ello llegó a presidir una importante trasnacional refresquera, un tipo de grandes valores de familia, católico a ultranza.
Pero comenzó su gobierno con un traspié, al realizar inadecuadamente el saludo protocolario, anteponiendo en el discurso a su familia antes que a los más de 100 millones de mexicanos que representaba. De pronto, el nuevo gobernante se enfrentó con que después de los comicios del año 2000, recibió un país dividido. Todos los demás partidos querían sacar su ganancia a ese río revuelto, y a base de zancadillas, albazos y negociaciones “en lo oscurito” fueron empantanando el camino de la naciente democracia.
Si bien es cierto que a nivel nacional las cosas no eran de lo mejor, también es cierto que se mantenían a paso constante. La mañana del 11 de septiembre de 2001 fue decisiva para el rompimiento de ese rumbo, pues una de las reformas que más se había dialogado, y por la que más esfuerzos en conjunto realizaron casi todos los partidos, era la reforma migratoria. Lamentablemente, un acto terrorista acabó con esa esperanza de negociar con el vecino país del norte una serie de iniciativas que menguaran en gran medida el nivel de mortandad en el cruce ilegal a través del envío controlado y sistemático de trabajadores, que redundarían en un buen cúmulo de remesas frescas que aliviarían las arcas mexicanas. Es ahí donde comenzó a percibirse el desanimo legislativo, pues para ese año ya había muchos de nuestros diputados levantando la mano para dar el “chapulinazo” y conseguir otro puesto de elección popular: se desentendieron de su actual labor. En temas controvertidos, nunca nuestros legisladores ni nuestros senadores lograron ponerse de acuerdo, obstaculizando cualquier intento de mejora sustancial en la forma de hacer política en el país. Ante este panorama, la izquierda comenzó a ganar adeptos en nuestro país. Pero no se trataba de una izquierda moderada ni propositiva, sino de una clientelar, a expensas de las dádivas de un partido político, quienes incluso pagaban a la gente que se colocaba en los plantones, teniendo reventadores de mítines en eventos oficiales, provocándose un caos total, aunado a la falta de capacidad para el diálogo del entonces primer mandatario.
Llegó el año 2003. Se sentía en el ambiente un descontento generalizado, debido en gran parte a todas las esperanzas –algunas infundadas- depositadas en el nuevo gobierno federal, que recién cumplía la mitad de su mandato. Casi ninguna promesa de campaña se había cumplido a la fecha: no se consiguió el índice de crecimiento programado en ninguno de los tres primeros años, lo cual desembocó en un estancamiento de la economía. Se maximizó la salida de compatriotas a otros países con la finalidad de conseguir el sustento que simplemente no llegaba en sus tierras. Los programas para el fomento de micro y pequeñas empresas se entrampaban en una serie de trámites desmoralizantes, y los “changarros” anunciados como la “panacea”, resultaron ser un sonoro fracaso. A partir de este momento, la concepción de la política en México dio un vuelco. La gente dejó de creer, se dieron cuenta que el gobierno realmente no iba a hacer nada por nadie, y el pueblo se sintió descobijado, sin rumbo, y lo peor de todo, sin esperanza.
II.- Cuando los mexicanos ya no creyeron.
“La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste” (Art. 39 Constitución Política Mexicana) Cuando los mexicanos leemos la esencia del Artículo 39 Constitucional, nos sentimos grandes, orondos; sí, la soberanía reside en el pueblo, pero la tristeza comienza cuando todo ese poder que nos otorgó la constitución, nos la quitó también de facto; “el pueblo ejerce su soberanía por medio de los Poderes de la Unión”, dice el Artículo 41 de la carta magna, y es ahí donde comienzan muchas de nuestras tristezas.
¿Qué hacer cuando ya ninguna fuerza política cumple con nuestras expectativas? Es la poca –o nula- credibilidad que generan hoy por hoy los partidos políticos, una de las principales causas de abstencionismo no solo en nuestro país, sino a nivel mundial.
También es importante mencionar que, al momento de elegir a nuestros gobernantes, esperamos mantener con ellos una relación estrecha, deseamos trámites menos burocráticos, y mejores servicios. Pero esto termina cuando una vez llegados al poder, se enferman en su ego y se dedican a despilfarrar los recursos que son de todos. “Ese es el problema en que los recursos públicos sean de todos, pero a la vez de nadie” diría mi abuelo.
Muchos de nuestros gobernantes en México provienen de la Iniciativa Privada, y es de extrañarse que siendo muy eficientes en la rendición de cuentas en sus empresas, sean tan ineficaces y opacos con los recursos públicos. Es un problema que con recursos públicos se ejerzan presupuestos importantes en la realización de obras “faraónicas” que sólo benefician al enriquecimiento “lícito, pero sospechoso y parcial” de algunas empresas allegadas al poder.
Es para los ciudadanos muy obvio que detrás del poder, existe “algo más” que mero espíritu de servicio. De lo contrario, sería imposible explicar cómo nuestros alcaldes se vuelven ricos en administraciones de tres años, o que gasten más en sus campañas de lo que ganaron como funcionarios públicos. Y los ciudadanos no podemos hacer nada, porque todo el poder que teníamos, se lo dimos de vuelta a nuestros representantes.
III.- Votar…¿para que?
En la actualidad, a grosso modo hemos visto la forma en que gobiernan todos los partidos políticos. Los hay de todos colores e ideologías, pero ninguno se salva de clientelas, compra de votos, corruptelas, imposición de candidatos, compadrazgos y caudillismos. Anteriormente, señalábamos al partido oficial como la causa de todos los males, pero ahora con la experiencia de los años, descubrimos que todos son parte del mismo juego. ¿Será acaso que el poder enferma?
Cuando los ciudadanos nos comprometemos a la realización de algo, y no lo realizamos, pagamos las consecuencias. Si nos comprometemos a pagar impuestos, y no lo realizamos, posteriormente seremos requeridos judicialmente o incluso encarcelados por tal incumplimiento. Si nos comprometemos a asistir a las juntas de mejoras de la colonia y no acudimos, nos expulsan del comité. Pero cuando un funcionario público no cumple con su deber, no existe penalización –ni social ni coactiva- que los haga resarcir sus errores.
Vivimos un tiempo de políticos ficción, en donde solo son obra y esencia de lo que pagan en los medios de comunicación –quienes son, a la postre, de los más beneficiados en este desconcierto. Ahora es tan común ver infomerciales insertados en los noticieros como si fueran notas informativas reales, pero con toda la mano de quienes los pagan, y al final, mandan, dando con ello una treta a las leyes electorales que prohíben la autopromoción de los políticos con recursos públicos.
Es por eso que cuando palpamos que la gente no sale a las urnas, y nos rasgamos las vestiduras, creando campañas de desprestigio para esos que ni siquiera tienen credencial de elector, diciéndoles que “si no votan, no cuentan”, no nos estamos poniendo realmente en su lugar, en el de los abstencionistas. Todos somos un abstencionista en potencia, pues son diversas las causas que nos motivan a votar, pero basta con una sola para no acudir a ejercer este derecho.
Quisiera ver a los padres de hijos violados, o de secuestrados, acudir esperanzados a emitir el sufragio. No lo van a realizar, pues ellos ya perdieron la esperanza de que las cosas mejoren. Los grandes cambios a nivel mundial nunca han sido impulsados por alguno de los poderes, sino por parte de la sociedad civil. En vano esperamos que la situación de nuestro México mejore, si nosotros, los ciudadanos, no ejercemos esa soberanía que nos fue arrebatada. Somos letra muerta, y eso nos vuelve débiles, pues es rara la ocasión en la que se atiende al sentir popular.
Actualmente, el Presidente de la República promueve una iniciativa de reforma petrolera, bajo el argumento de que “la mayoría de los mexicanos sí queremos la reforma”. Sí, tal vez sea cierto, pero nos han demostrado que casi nunca lo que dice la mayoría, es lo que finalmente se realiza. Para muestra, basta el impuesto a la tenencia vehicular, gravamen que fue implementado en base a engaños hace casi 40 años, y que a la fecha, seguimos pagando. Nadie quiere el impuesto, y sin embargo, lo pagamos.
IV.- Fe perdida.
Llegaron las elecciones intermedias del año 2003. Nuevamente, el ajetreo comenzó desde temprano en el barrio. Así mismo, tomé la silla de ruedas para encaminarme con mi abuelo (nuevamente, pues es la persona más demócrata que conozco) y ejercer nuestro sufragio.
El vencedor a nivel local por la gubernatura fue quien seis años atrás había salido derrotado. El pueblo –como siempre- tenía muchas esperanzas en aquel ciudadano, quien no tardó mucho tiempo en fallar nuevamente al sentir popular.
Primero, realizó una inversión exorbitante para la ampliación de las plazas centrales, después realizó un concierto con los tenores más famosos del mundo que resultó una gran pérdida económica, al grado de que la empresa organizadora del evento (de la cual no encuentro ni vía Internet algún dato) se perdió entre la nada; y al final, organizó un evento “de talla mundial” que lució a nivel mundial, pero por su rotundo fracaso. Obviamente, la realización de tremendos despilfarros tiene como beneficiarios a muchos allegados al gobierno. La opacidad sigue siendo la constante en los gobiernos ineficaces.
Y es al ver tanto descaro, aderezado de impunidad y cinismo, que los ciudadanos nos sentimos ofendidos en nuestra inteligencia. No soportamos que en pleno Siglo XXI nos intenten engañar con discursos, cuando la pobreza, la marginación y la inseguridad son parte de nuestra realidad cotidiana. Nos hemos acostumbrado a vivir sumidos en nuestros propios problemas, en un país en donde el desempleo y subempleo de los jóvenes sigue en aumento, o bajo las condiciones que algunas empresas generan, siempre en perjuicio de los que menos tienen. Vivimos en un México en donde el campo se llena de discursos, pero no de cosechas. En un país donde florecen los sindicatos, que lo único que provocan es líderes multimillonarios y empleados que solo tienen para tortillas y frijoles.
¿Qué sigue, señores? ¿En qué momento la clase política se va poner en el lugar del ciudadano? Somos un país pacífico, tan pacífico que renuncia a todo tipo de violencia o levantamiento por nuestro propio bien, porque estamos dispuestos a seguir viviendo con el sudor de nuestras frentes y ya nos acostumbramos a no confiar en el poder, ya que ellos no nos van a resolver ningún problema de nuestra existencia.
V.- La voz del pueblo es la voz de…nadie.
Hoy día, tanto a nivel local como federal, lo que más nos aterra es la inseguridad, una peste creada por los “malos mexicanos” que aprovechando las ventajas del sistema, se dedican a ganar dinero fácil.
El margen de impunidad en el país es del 98.76 por ciento, de acuerdo con cifras estadísticas documentadas por el Centro de Investigación para el Desarrollo (CIDAC), por lo que sólo uno de cada diez delincuentes es detenido y llevado ante un juez, señala en un artículo el periódico capitalino La Jornada (21/ago/08). Ante estas ventajas, es obvio que sea realmente tentador dedicarse a la delincuencia, al fin y al cabo, solo al 1 % lo van a descubrir.
No obstante, considero que seguimos siendo mayoría los buenos mexicanos, los que cada día nos despertamos con la ilusión de poder combatir el conformismo de que “así tienen que ser las cosas”. No señores, debemos despertar y ocupar el lugar preponderante que nos corresponde. Debemos de ejercer no sólo nuestro derecho al voto, sino también nuestro derecho de audiencia, nuestro derecho de acción y de petición, nuestro derecho –tan pisoteado- a una educación gratuita. En la medida en que alcemos nuestra voz sin gritar, respetando los derechos de terceros, podremos crear consensos ciudadanos, que a la postre deberán repercutir en iniciativas de ley, en un mejor y más efectivo ejercicio de nuestros derechos, y en general de combatir el tan despreciable statu quo de nuestra política. Hay que pensar que a los únicos que les conviene que las cosas sigan como hasta hoy, es precisamente, a los que matan, a los que roban, a los que se dedican a cometer ilícitos, a los que los ocultan y los solapan.
V1.- El voto del miedo, El voto razonado y nuestro papel como ciudadanos.
Las instituciones políticas de nuestro país se llenaban la boca de discursos el 3 de julio de 2006. “Fue una elección copiosa” decían los líderes de los partidos señalando la afluencia de más del 50 % para las elecciones presidenciales. Al final, muchos de los electores acudieron víctimas de la “guerra sucia”, un modelo que si bien ya se había utilizado a nivel federal seis años atrás, tuvo su punto climático en estos comicios. Este tipo de campañas, lejos de motivar a los electores, los aleja de las urnas, pues deja entrever que “todos los candidatos son malos”.
Fue palpable que mucha de la gente que votó por el hoy primer mandatario, lo hizo no tanto por la empatía que le generaba, sino por el miedo que le tenían a los otros candidatos de llegar al puesto. Actualmente, y en beneficio de la ciudadanía, se ha tipificado en el Código Federal de Procedimientos Electorales este tipo de acciones.
Este tipo de campañas negativas está muy en boga en los países del primer mundo, producto de su gran libertad de expresión y cada vez menor regulación de los medios de comunicación. En nuestro México, tuvieron a bien atajar esta creciente tendencia a no difundir lo bueno de un candidato, sino lo malo y pernicioso del otro, aunque no sin darse los tropiezos que toda nueva ley conlleva. “Leyes demasiado suaves nunca se obedecen; demasiado severas, nunca se ejecutan”, es con esta frase de Benjamín Franklin que se puede describir de una manera total al sistema punitivo mexicano.
En la medida en que los ciudadanos tomemos un lugar más activo en la toma de decisiones en nuestro país, podremos llegar a mejores puertos. Pero lamentablemente, el vivir del mexicano es vivir al día, a cargo de un empleo, una familia, y queda muy poco espacio para involucrarnos en la toma de decisiones. Todos nos quejamos del gobierno, es la constante escuchar en las calles, al señor de la tienda, al bolero, al campesino, o al globero decir que el gobierno les cobra más impuestos, que tienen cada vez peores servicios, que se prestan para corruptelas, y un sinfín de cantaletas, pero renunciamos a levantar la mano y decir “no estoy de acuerdo”.
Somos muchos los que anhelamos un mejor país, que pretendemos heredar a nuestros hijos mejores oportunidades de las que nosotros tuvimos, y es mediante el voto, la participación ciudadana y el crecimiento de las Organizaciones de la Sociedad Civil, que podremos lograr mejoras constantes en nuestro sistema democrático.
Nuestros problemas como Nación están claramente definidos, es cuestión de que trabajemos de manera conjunta y ordenada en un mejoramiento de las condiciones de vida de los y las mexicanas.
En la medida en que los jóvenes, sector al que pertenecemos más de 20 millones de mexicanos, dejemos de ser “carne de cañón” y nos convirtamos en “punta de lanza”, es en la medida en la que nuestro país podrá implementar nuevas y mejores políticas públicas.
México es una nación tan noble, que pese al saqueo que ha sufrido por siglos, sigue brindando frutos. Estamos en el momento oportuno de brindar un cambio de mentalidad a nuestra tan dañada sociedad, pero el tiempo es oro, no debemos dejarlo escapar, porque con él se nos van millones de esperanzas. ¡Despertemos, México!, aun nos quedan muchos logros que alcanzar, pero nuestra patria nos necesita a todos, y nos necesita ahora.
Sirvan estas líneas, las de un joven, para decirles que no todo está perdido, que haciendo política y ejerciendo la democracia, haremos de nuestra Nación la Patria que añoramos. Esta lucha, como muchas, no será nada fácil, se requiere el esfuerzo de toda una nación, la cual habrá que practicar la democracia día con día, tal y como decía Manuel J. Clouthier: la democracia es como el amor, hay que hacerla todos los días.
SUPERCHEKO RELOADED
Me da gusto que estés de visita por este blog. Es solo la opinión de un servidor sobre temas universales como el amor, la política, el trabajo, la amistad, etc., visto de una forma tan humana como mundana, tal vez, como muchos. Espero que su estadía aqui sea útil, muchas gracias!
Lic. Sergio Andrés
Abogado