Como si fuera una especie de
sueño, o producto de la imaginación colectiva, los Tigres de la UANL están instalados
en la final de la Copa Libertadores de América. La famosa “Bridgestone”, que
cada cierto tiempo cambia de patrocinador, tiene en el equipo felino un serio
aspirante al título continental.
De lograrse, sería el máximo título de un
equipo mexicano –sólo comparable con lo que hizo el archirrival Pachuca, cuando
ganó la Copa Sudamericana.
Quiero ser optimista de que se
conseguirá el campeonato, sin embargo la CONMEBOL se ha caracterizado por,
históricamente, trabajar con “dados cargados” cuando se trata de imponer a los
ganadores, es decir, que siempre tengan la firma y huella de la confederación
que representan. Así se las gastan en toda justa, ya sea Copa América, Copa
Sudamericana o la misma libertadores, demostrado claramente con el reglamento
que impediría que Tigres cierre jugando de local, pese a su mejor torneo con
respecto al rival, River Plate.
No, no estoy “tendiendo la camita”
por si no ganamos, solo pongo en contexto cómo se maneja el deporte del balompié
a últimas fechas, donde se ha cuestionado en muchos lugares la legitimidad del
deporte, sobre todo con escándalos como los de Blatter, y Jack Warner.
Ojalá se logre levantar la Copa,
traerla de regreso a nuestro golpeado Nuevo León, con la salvedad de que
pudiera ser utilizado por políticos nefastos –Medina, claro-, y tener una
alegría para nuestro pueblo, que la verdad, la merece.
Es difícil no ser romántico con
el fútbol, y más con un equipo con una afición como la de Tigres, que ha visto
más penas que glorias. Sería también un homenaje post mortem para Don Lorenzo,
que tomó al equipo en el peor momento, y hoy están a un paso de la gloria
máxima.
“Pongan #%%& tienen que
ganar, trae esa copa a San Nicolás”, dice el canto de los Libres y Lokos. ¡Hagan la grande!
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